sábado, 28 de febrero de 2015

Empatía y resonancia



Parsifal/ Jean Delville.1890


















“..Porque lo bello no es sino el comienzo de lo terrible, ése que todavía podemos soportar; y lo admiramos tanto porque, sereno, desdeña el destruirnos.”
                                                     R. M. Rilke

La experiencia de lo sublime, permitió pensar la sensibilidad estética desde el estupor y el anonadamiento; es decir, lo bello se abrió a sentimientos no siempre plácidos y afirmadores. alude a a una presencia inquietante, generada por el afán de representar lo inefable mediante lo inmensamente grande, por lo oscuro, por lo vacío, por la desmesura.

Algo de ello podemos comprender cuando evocamos aquellos momentos en que sentimos que todo se articula con una armonía desconocida, con una unidad asombrosa, como haciendo parte de una fuerza superior que nos trasciende. Es factible que una sensación semejante se experimente en una noche abierta, cuando somos vencidos por las estrellas y esa embriaguez de luces nos dice que pertenecemos al todo; o en una catedral cuando se orquestan sonidos e imágenes con ajuste irreprochable; o en el éxtasis producido por un concierto y la consecuente e inatajable pérdida de sí. Muerte y vida unidas en un abrazo inesperado mientras los límites estrechos del yo se diluyen. Y en esa intersección de lo temporal con lo eterno ya no se escucha la música, somos música, y la vida se conecta con la vida. Son momentos de conciencia e intuición pura, sin juicios ni pensamientos, momentos de insoportable belleza en los que el alma recuerda algo. 

Tristan e Isolda/ Jean Delville.1934




The Mew Stone at the Entrance of Plymouth Sound/William Turner.1814

Sin titulo/Elena Ray

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